Se acerca el verano y el sol se convierte en protagonista, nos ayuda a marcar un ritmo más pausado, con más horas de luz e influye en nuestros procesos biológicos, emocionales y hormonales.
El sol activa nuestra circulación, estimula el sistema endocrino, ayuda a fortalecer los huesos y mejora nuestro estado de ánimo. Es toda una fuente de vida.
El desarrollo de enfermedades relacionadas con la exposición al sol nos ha enseñado a temerle y, con ello, hemos desconectado nuestra relación natural con la luz solar. ¿Y cuál es el resultado de esto? Para la salud claro desequilibrio en la salud por déficit de Vitamina D. Para el planeta un claro impacto ambiental relacionado con los productos que utilizamos para protegernos.
Por este motivo es importante reflexionar y reaprender a relacionarnos con el sol desde una actitud consciente. Sin tóxicos, pero sin miedo.
¿Nos acompañas?
¿El sol es un enemigo o un aliado?
Toda la narrativa respecto al sol en las últimas décadas, que no es poco, ha estado rodeada de miedos: quemaduras, envejecimiento de la piel, riesgo de cáncer… con una fuerza tan poderosa que hemos permitido que se convierta en la única versión y opción a la hora de hablar de el sol. Pero, ¿dónde quedan aquí los beneficios del sol y la necesidad de estar conectadas con él a nivel vital?
Recuperar esta relación natural con el sol es clave para nuestra salud, para recuperar el equilibrio.
¿Por qué necesitamos vitamina D?
La vitamina D es una hormona fundamental para las funciones vitales de nuestro cuerpo. Actúa en el sistema imnune, cardiovascular y muscular, además de beneficiar la salud de huesos y dientes.
Es muy complejo sintetizar vitamina D si no es a través de la exposición solar directa y este es el motivo de nuestro artículo, cómo podemos dejar de evitar el sol y aprender a relacionarnos con él de manera consciente y reconociendo su papel en nuestra salud.
¿Cómo sintetizamos la vitamina D?
Profundicemos un poco más, la principal vía para producir vitamina D es a través de la piel, puesto que cuando los rayos UVB llegan a la epidermis produce ciertas reacciones químicas que permiten sintetizar esta hormona.
Esto quiere decir que la exposición directa al sol es esencial y diferente en función de cada tipo de piel o de la estación del año en la que nos encontremos, pero, generalizando podríamos decir que una exposición de entre 10 y 20 minutos diarios debería ser suficiente y es fundamental tener claro que exponerse durante más tiempo puede conllevar riesgos y no aumentará la síntesis de la hormona.
Lo importante es que la piel reciba luz sin un bloqueo químico, puesto que si bloqueamos la incidencia sobre la epidermis la vitamina D no se sintetiza.
La exposición solar desde una mirada ecológica y respetuosa
Ya hemos visto como el discurso enfocado desde el miedo de la exposición al sol nos está llevando al déficit generalizado de Vitamina D, pero es que, además, la protección química impacta directamente tanto en quienes la utilizan como en los ecosistemas marinos.
Debemos aprender cómo usar formas de protección compatibles con el equilibrio del cuerpo, preparar la piel durante todo el año, recurrir a la protección textil y a filtros físicos cuando sea necesario y cuidar nuestra piel sin bloquear los beneficios del sol y respetando nuestro entorno.
El problema de los protectores solares convencionales
Los protectores solares químicos contienen sustancias como la oxibenzona, el octinoxato o el octrocileno que son absorbidas por la piel y permanecen en el cuerpo durante semanas, pudiendo provocar alteraciones hormonales, reacciones alérgicas e inflamaciones.
A esto se suma el impacto medioambiental de estos protectores, que llegan a los ecosistemas acuáticos dañando especialmente a los corales. Países como Hawái o Palaos han comenzado incluso a prohibir el uso de ciertos filtros químicos por este motivo.
Debemos pensar profundamente en que al utilizar filtros con FPS muy altos podemos sentirnos falsamente protegidos y exponernos durante más tiempo del recomendado y no estar bloqueando toda la radiación.
El auge de la protección solar botánica y consciente
Lo ideal dentro de una exposición consciente es evitar el sol en sus momentos más dañinos y proteger nuestra piel con textil y sombra en la medida de lo posible, pero no siempre es una opción, hay casos en los que no podemos evitar la exposición.
Poco a poco aparecen filtros solares basados en ingredientes seguros para la salud y respetuosos con el medio ambiente. Estos son los filtros físicos minerales, como el óxido de zinc o el dióxido de titanio, que actúan como una barrera reflectante.
Añadido a estos filtros físicos se suman los filtros biológicos, como aceites vegetales, extractos botánicos y antioxidantes que pueden ayudar a evitar el estrés oxidativo.
Al fin y al cabo se trata de cambiar la mentalidad con la que afrontamos la exposición solar, usar ropa ligera y transpirable, buscar sombra en las horas centrales del día y mantenerse bien hidratado tanto por dentro como por fuera.
Cómo preparar la piel antes, durante y después del sol
El cuidado de nuestra piel en la exposición al sol no comienza al abrir la crema y termina al salir de la playa. Debemos concebir la exposición solar como algo global, como un cuidado de una parte importante de nuestro cuerpo, la piel.
Antes del sol debemos fortalecer nuestra piel desde dentro, consumir frutas, verduras y antioxidantes mejora la calidad de nuestra piel y reduce el daño.
Consumir carotenoides nos ayudará a producir melanina y así prepararemos nuestra piel para que el bronceado sea un proceso natural y progresivo, respetando el ritmo de nuestro cuerpo.
De cara a la exposición debemos tratar de evitar siempre las horas centrales del día utilizando preferiblemente una protección textil, utilizando ropa que facilite la transpiración y utilizando sombreros. En caso de no poder evitar la exposición optaremos por los filtros solares minerales, que, además de ofrecer una protección eficaz no son dañinos con nuestra piel y no causan impacto ambiental.
Después del sol, la piel necesita calmarse y regenerarse. Para ello tendremos en cuenta utilizar productos como el aloe vera puro, los aceites vetales reparadores y los hidrolatos con acción calmante y antiinflamatoria.
Estos activos naturales nos ayudarán a restaurar el equilibrio y a prolongar el bienestar de nuestra piel.
Los hidrolatos: aguas florales para el verano
Los hidrolatos ó aguas florales son recursos muy valiosos para el cuidado solar. Estas aguas se obtienen durante la destilación de plantas y flores y conservan los principios activos de las mismas.
Tres hidrolatos destacan por sus propiedades solares:
- 🌿 Lavanda: calmante, refrescante, cicatrizante. Ideal para pieles sensibles o irritadas.
- 🌼 Helicriso: antiinflamatorio profundo, indicado para rojeces, eczemas y eritema solar.
- 🌺 Geranio: equilibra, regenera y suaviza. Aporta una acción tonificante y reparadora.
Además de sus efectos sobre la piel, los hidrolatos ofrecen una dimensión sensorial que conecta con el bienestar emocional: alivian, refrescan y devuelven calma tras la exposición solar.
Además, son fáciles de incorporar a la rutina diaria y son un elemento de autocuidado que nos proporcionará grandes beneficios.
El botiquín botánico solar: una herramienta para puntos de venta y consumidores
Para acompañar este enfoque consciente y natural hacia el sol, hemos preparado un botiquín botánico visual con ideas claras y prácticas. Una guía para ayudar a tus clientes a cuidar su piel y a exponerse al sol de manera sana y consciente.
Puedes usarlo en tu punto de venta, compartirlo o tenerlo a mano como recordatorio estacional en un stand específico de tu punto de venta.